Jordan Pickford (30 años) es alguien particular. Un portero no muy metódico, pero lo que más destaca en su díscola y excéntrica personalidad, algo que ha conquistado a Gareth Southgate, quien le ha otorgado siempre las llaves de la portería de Inglaterra y ahora jugará su segunda final consecutiva de la Eurocopa.
Puede ser que a nivel deportivo no sea el mejor portero del torneo. Es más, algunos considerarán que Aaron Ramsdale o Nick Pope le podrían haber quitado el sitio a un guardameta que ha jurado amor eterno al Everton, o más bien por el que no ha ido ningún grande a sus ya 30 años de edad. Tuvo su pequeña dosis de reivindicación en los cuartos de final en la tanda de penaltis, con las pistas en la botella para adivinar para donde iría el tiro de Akanji y dejar fuera a Suiza. Allí se vio en su máxima esencia. Enfadado con el árbitro por no dejarle hace su "rutina" para distraer al rival, jaleando a la grada tras cada lanzamiento y brillando sus ojos tras la victoria.
Nacido en Washington, Pickford ha mamado la selección inglesa desde que tiene memoria. Arrancó en la sub-16 y acabó en la absoluta, sin saltarse ningún escalón por el camino. Igual es por eso que parece que nadie siente a su país como lo hace Jordan entre la plantilla de los 'Pross'. Así lo hace ver. De forma natural, ver al meta 'toffee' durante un partido de Inglaterra es estar presenciando un 'show' de aspavientos, correcciones constantes, instrucciones contradictorias y celebraciones épicas. Porque así lo vive él, no lo puede evitar.
Algunas veces incluso roza el histerismo con sus compañeros. John Stones se arma de paciencia durante los partidos, Kyle Walker se hace el sordo y Guéhi es el que tiene que prestar atención por ser el nuevo. Pero es querido, muy querido. No hay celebración sin Pickford en ese vestuario. Tampoco fuera del mismo. Jordan se ha ganado una buena fama de 'bad boy', porque todo lo que es pasional, lo dobla cuando hay fiesta de por medio. Famosas han sido sus trifulcas en clubs nocturnos, expulsado y peleado incluso con algún fan. Al más puro estilo hooligan. Porque así lo es, así siente a su país.
No parece que el de Washington vaya a tener una carrera para el recuerdo. Salido de la cantera del Sunderland, no era ni uno de los grandes prospectos en un inicio como se demostraron sus seis cesiones entre el 2012 y el 2015. Fue en el Preston NE, el último equipo en el que jugó a préstamo, donde estuvo destacado y se le dio una oportunidad, debutando contra el Arsenal en FA Cup y, en 2017, ya estaba en el Everton. No hay títulos en sus vitrinas. Solo ha salido una vez campeón de algo Pickford, un torneo menor como el Esperanzas de Toulon en 2016, con la camiseta de la selección inglesa, con la que ahora aspira a levantar la Eurocopa. También con Southgate en el banquillo, su gran valedor.
Tiene el reto Pickford de cambiar esa imagen después de un año en el que ha tenido que superarse con el Everton, salvado a pesar de las duras sanciones por asuntos de fair play. Ese sentimiento que tiene la afición de que parece que nunca es suficiente para defender el arco de la potería de los inventores del fútbol. El domingo se cita con la historia para ser el villano o el héroe, pero siempre con personalidad. La que puede liar si gana Inglaterra será grande.